Desde el instante
en que Alexia y Asbjorn se conocieron, surgió entre ellos una atracción arrolladora; una atracción que fue
consolidándose con el paso de los días. Asbjorn era danés, Alexia, catalana,
pero muchos intereses y aficiones comunes los identificaban. Asbjorn amaba
la fotografía; Alexia, era una experta en campañas publicitarias; a
los dos les gustaba la buena cocina, los viajes, la literatura. Luego de
un romance apasionado decidieron unir sus destinos. Felices y optimistas, cual
todos los amantes, sentían suyo el futuro y la vida, como una posesión
inagotable. Lejos estaban de imaginar
que a la vuelta de unos pocos años la fatalidad los separaría irremediablemente. La enfermedad, la muerte y la soledad eran para
ellos hasta ese momento expresiones carentes de sentido.
Se dedicaron entonces a recorrer el mundo a incursionar en otros horizontes y a saborear diferentes
culturas. Pero viajar es costoso y, un poco a regañadientes debieron
interrumpir su larga luna de miel y empezar a pensar en sentar cabeza. Los dos
soñaban con instalar una agencia de publicidad en un país suramericano.
Analizaron varias alternativas y al final se decidieron por uno que habían
conocido fugazmente y que les ofrecía la posibilidad de conquistar un nuevo
Dorado.
La pareja
fue recibida con gran expectativa y un tanto de escepticismo en los medios
publicitarios de aquel lugar donde la publicidad estaba muy
avanzada. Todos se preguntaban qué propuestas innovadoras traerían. Y Alexia y Asbjorn no los decepcionaron. En la agencia publicitaria que
inauguraron, las novedades e ideas originales sorprendían hasta a
los publicistas más experimentados. En poco tiempo, Asbjorn fue considerado como el gurú de la fotografía; un referente obligado de la publicidad de vanguardia. Su fornida contextura de vikingo, su atractivo rostro en el que se destacan sus ojos azules, su carisma y don de gentes, y la belleza, distinción y personalidad fuerte de Alexia, vestida
siempre de negro, pronto se tornaron familiares en todos los eventos de la urbe.
Sin
embargo, y aunque muy pocos se percataban de ello, Alexia era el verdadero
motor e inspiración de todas sus creaciones. Quienes lograban ser aceptados en
su exclusivo círculo privado alcanzaban a percibir que el impulso y la fuente
de inspiración de Asbjorn dependían casi por completo de la energía y talento
de su bella compañera. Por eso, cuando se supo la noticia de la grave enfermedad
de Alexia quienes conocían cómo funcionaban las cosas experimentaron
preocupación por el estado anímico de Asbjorn. Y no estaban equivocados.
Enterarse del mal irremediable que aquejaba a la mujer amada fue un golpe
demasiado duro para aquel hombre.
Alexia, orgullosa y altiva, no quiso volver a salir ni a recibir a nadie. No quería que vieran el dramático cambio que esa dolencia iba generando en su espléndido físico. Asbjorn hizo entonces acopio de toda su entereza para apoyarla en tan difícil trance y ayudarla a partir.
Alexia, orgullosa y altiva, no quiso volver a salir ni a recibir a nadie. No quería que vieran el dramático cambio que esa dolencia iba generando en su espléndido físico. Asbjorn hizo entonces acopio de toda su entereza para apoyarla en tan difícil trance y ayudarla a partir.
El hogar
que habían ido poblando de recuerdos de viaje, de pinturas, fotografías,
libros, figuras antropomorfas prehispánicas y cientos de cosas queridas, se
convirtió en un santuario. Meses dramáticos en los que el encierro
de la pareja fue total.
Y de pronto, como cuando se apaga una vela, todo terminó.Al morir Alexia, Asbjorn también murió un poco. Preso del pasado y de la nostalgia se sumió en el abandono y se enterró en vida. Al tiempo que su cabello encanecía, sus ojos azules, antes brillantes y vivaces, se fueron hundiendo en una cara envejecida, lejano reflejo de lo que fue un día.
Y de pronto, como cuando se apaga una vela, todo terminó.Al morir Alexia, Asbjorn también murió un poco. Preso del pasado y de la nostalgia se sumió en el abandono y se enterró en vida. Al tiempo que su cabello encanecía, sus ojos azules, antes brillantes y vivaces, se fueron hundiendo en una cara envejecida, lejano reflejo de lo que fue un día.
La casa,
antes habitada por risas, anhelos y vida, fue
cubriéndose de polvo y de nostalgia. Sombras etéreas parecían recorrerla. Todo
alrededor se fue tornando húmedo, vetusto, abandonado. Las colecciones de
figuras prehispánicas, rescatadas por
los guaqueros de su entierro de siglos, volvieron a dormir un sueño de olvido
en repisas enmohecidas. Las máscaras, los libros, las fotografías, las
pinturas, las figuras fantásticas moldeadas en días más felices por sus manos
de artista, cuando aún creía que la vida como el amor serían eternos, fueron
posesionándose de todos los espacios en caótico y progresivo acumulamiento y
adquiriendo al paso de los años la pátina mohosa del tiempo y del abandono.
Pero he aquí
que de pronto, un día, en medio de ese panorama sombrío, surge de
nuevo la esperanza, y el corazón cansado de Asbjorn vuelve
a latir al influjo de otro amor. Un amor que llega ahora en la figura de una
joven a quien Asbjorn triplica en edad. La soledad del hombre y quizá la
admiración que la joven siente por él, hacen ahora las veces del
verdadero amor. Pero los caminos del corazón tienen su propia brújula, una
brújula que solo entienden los amantes. ¿Qué puede ofrecer este hombre a una
mujer? El pasado es inmenso, inolvidable, presente siempre; el futuro, frágil, impredecible,
tal vez breve. Aunque los augures sean cautelosos en asegurar una larga
felicidad a la pareja, la magia del amor torna posible lo
inverosímil. La pasión forja espejismos fáciles de aceptar y de creer. Ya hay
un fruto de ese amor que corre y salta y canta por los cuartos empolvados y
vetustos. Vale la pena arriesgarse. Nuevas energías invaden al hombre, vuelve a
ilusionarse, vuelve a anhelar.
-Sí -se
dice. Todavía estoy a tiempo. Aún puedo volver a soñar.
Abre las
puertas de la casa. Retoma su oficio. Proyecta, bosqueja. Las máscaras vuelven
a cobrar vida. Las figuras prehispánicas sacuden sutilmente el polvo del tiempo.
Las maderas crujen con centenarias saudades del bosque primigenio. El sol busca
rendijas para cobijar los frágiles sueños.
Pero la
ciudad ha cambiado. Durante esos años de retiro, la publicidad y la
fotografía tomaron también otros caminos. El hombre, otrora
exitoso, intenta a toda costa recuperar el nombre, el prestigio
lejano. Son días de encarnizada competencia. Los jóvenes publicistas presentan
proyectos audaces, originales, vendedores. En otros días, nada de eso habría
arredrado a Asbjorn pero en todo ese tiempo de reclusión, de aislamiento, algo
ha ocurrido; su pasada inspiración lo ha abandonado. Y la falta de inspiración
es un enemigo contra el que no puede luchar.
Y de nuevo
la angustia se apodera del hombre. Una angustia producto de sueños
irrealizables.
Los días
transcurren invariables con su cargamento de frustración y desengaño. Asbjorn
permanece cada vez más tiempo entre sus recuerdos. La situación económica se
torna apremiante. Sombrías ideas lo asaltan.
Una de esas
tardes en las que la melancolía del ambiente casi puede palparse, Asbjorn,
propuesto a salir adelante a pesar de todo, trabaja en uno de los pocos trabajos de
fotografía publicitaria que le han encargado.
Erick, su pequeño hijo, ignorante de las angustias que acosan a su padre, juega feliz recorriendo con su pelota los amplios y sombríos corredores. No es esa una casa apropiada para los juegos de un niño. Hay demasiados recuerdos, demasiada nostalgia entre esas paredes.
De pronto,
en el silencio de la tarde, se oye un estrépito. Alarmados, Asbjorn y su mujer
bajan a toda prisa y se encaminan al comedor desde donde provino el estruendo.
–¡Erick! ¿Dónde estás? –gritan angustiados.
En el comedor les aguarda una sorpresa. En el suelo, junto a dos de las figuras antropomorfas hechas pedazos, está Erick jugando con varios objetos de oro que al parecer habían estado dentro de ellas. El niño mira a sus padres con cara de susto.
–¡No hice
nada, papito! ¡La mujer las empujó! -–dice exaltado sin tomar aliento.
Sus padres,
presos de emociones encontradas, contemplan, ora al niño,
ora las piezas precolombinas. Es un tesoro. De eso no cabe la menor
duda.
–¿Qué mujer, Erick? –pregunta la madre– No mientas, mijito, seguro las tumbaste con la pelota.
Con febril persistencia, el niño se empecina en afirmar que una mujer vestida
de negro empujó las figuras. La madre no insiste más. Ante un hallazgo tan
sorprendente todo pierde importancia. Asbjorn, guarda
silencio. Siente que la historia de su hijo es verdad. Algo revive entonces
dentro de él. La imagen del niño al lado de las figuras destrozadas, su versión de
lo que pasó y todo ese oro, lo han conmovido. Pero otro más grande
es su tesoro. Eufórico, corre a traer su cámara. Mil ideas cruzan por su mente.
Como por arte de magia ha vuelto a él su pasada inspiración.
–Sí –piensa con entusiasmo– Todavía estoy a tiempo. Aún puedo volver a soñar.
Y quizás
esta vez sí está en lo cierto.
Conjunto de...¿peces, polillas, pájaros, mariposas,etc? del Museo del Oro de Bogotá.
Conjunto de...¿peces, polillas, pájaros, mariposas,etc? del Museo del Oro de Bogotá.
1 comentario:
¡¡¡FELICITACIONES!!!!!
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