Cuando se despertó, el dinosauro
aún estaba allí...
No,
no era un sueño. Aquel brontosaurio gigantesco lo estaba observando. La mirada
de aquella colosal criatura reflejaba similar perplejidad a la de él. Algo en
ella sin embargo, le era familiar. Y, cosa rara, no sentía temor.
Pero
por más que lo intentaba no lograba recordar nada. Sabía solamente que en algún
momento su vida se cruzó con la de aquel gigante. ¿Dónde estaban? Miró a
su alrededor. Nada le era conocido
El paisaje era desolador; el
horizonte, negro. Insondable. Su vista se perdía en la nada. De pronto le
acometieron unas ganas terribles de volver a dormir. Y entonces, por un
brevísimo instante, tuvo conciencia de su destino. Sí. Ese era el sino que le
había deparado su creador: seguir y seguir por siempre durmiendo y
despertándose, en una cadena incesante a través del tiempo.
Leonor Fernández Riva
Leonor Fernández Riva
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